FUENTE: TELAM - 19 de Mayo - 14:41hs
Presión internacional para forzar a Alemania y salvar a la Eurozona
Angel Jozami
Estados
Unidos, Francia y los propios griegos buscan evitar, en el último
minuto, la quiebra de Grecia, su salida del euro y el peligro de un
estallido de la Eurozona, a través de una fuerte presión sobre la
canciller alemana, Angela Merkel.
El
esfuerzo, que tiene lugar en las vísperas de la cumbre que el G-8
celebrará este fin de semana en Camp David, Estados Unidos, supondría el
abandono del pacto fiscal a ultranza impuesto por Alemania a sus socios
y la ampliación del fondo de rescate europeo y/o creando un fondo de
rescate internacional
Ayer, a última hora de la tarde europea, Merkel pidió a los griegos que convoquen a un referéndum sobre el euro junto con las elecciones generales que celebrarán el próximo 17 de junio, retomando así lo que fuera propuesto en su día por el ex premier heleno, Giorgios Papandreu.
Se trata de un giro de 180 grados, ya que la oposición cerrada de Alemania a este planteamiento fue lo que llevó a la caída de Papandreu y a la formación de un gobierno técnico y de los dos grandes partidos, conservador y socialista, el cual colapsó tras las últimas elecciones.
Los dramáticos acontecimientos de las últimas dos semanas, tanto en el plano económico como político, han colocado al gobierno de Alemania ante la disyuntiva de optar rápidamente por abrir un nuevo curso de negociación en la Unión Europea (UE) o precipitar a ésta y al euro por la pendiente de una rápida desintegración.
Así parece comenzar a entenderlo Merkel, quien tras su derrota sin atenuantes en las elecciones regionales del Estado del Norte del Rhin-Westfalia, ha visto fortalecerse a la oposición socialdemócrata alemana que critica su política europea con virulencia.
El resultado electoral adverso en la región más industrializada, populosa y endeudada de Alemania, ha seguido a la derrota de su aliado incondicional, el ex presidente francés Nicolas Sarkozy, y a su reemplazo por el socialista François Hollande.
Desde el punto de vista económico y financiero, la semana que acaba de concluir ha terminado por colocar a Merkel en una situación insostenible.
En medio de una corrida bancaria creciente, Grecia celebrará las elecciones del 17 de junio, con la perspectiva segura de un triunfo de la izquierda radical que se niega a respetar el memorándum firmado por el gobierno de coalición conservador-socialista con la Europa, aunque no a salir del euro.
En España, la nacionalización del cuarto banco del país, Bankia, no ha servido más que para desatar una masiva retirada de depósitos del mismo por parte de sus clientes, al tiempo que el derrumbe del valor de sus acciones en un 70%.
A diferencia de lo ocurrido en 2008 cuando Gran Bretaña frenó la corrida de los depositantes contra el Northern Rock Bank a través de su estatización, en España esta medida ha generado una enorme desconfianza, lo cual habla de una fase más avanzada de la crisis financiera en España y Europa.
Con un proyecto de intervención de las comunidades autónomas, quebradas financieramente, España se aboca no sólo a un ajuste que acerca al país a un cuadro similar al de Grecia, sino que puede generar enfrentamientos políticos internos de gran calado.
Aunque no se reveló el contenido de la reunión sostenida el martes pasado entre Merkel y Hollande, apenas después de asumir éste la presidencia francesa, es evidente que tras el encuentro se produjo una modificación de la posición alemana.
Al día siguiente, Angela Merkel dijo tenía "la voluntad, la determinación de mantener a Grecia en la Eurozona", una afirmación que el jueves fue seguida por una idéntica formulada por el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi.
El caos griego, la amenaza española, la presión de Hollande por reformular el pacto fiscal de austeridad extrema impuesto por Alemania a la UE y, no de menor importancia, la inminencia de la reunión del G-8 en Camp David ayer, parecen haber influido decisivamente sobre Merkel.
Ayer, el presidente de Estados Unidos, Barak Obama, se pronunció en el mismo sentido que Hollande, Draghi y los socialdemócratas alemanes, instando a dar un "impulso al crecimiento económico en Europa" ya que esa zona "es todavía débil y está creando incertidumbre en nuestra industria".
Todo indica que el llamado de Merkel a un referéndum tiene a buscar un puente con el casi seguro ganador de los futuros comicios griegos, el líder de la coalición radical izquierdista griega Syriza, Alexis Tsipras, quien se niega a aceptar el memorándum acordado con la "troika" (UE, FMI y BCE) y plantea seguir en el euro.
Esta posición, hasta ahora considerada como la cuadratura del círculo, ya que la permanencia en el euro es visa como posible sólo aplicando planes de austeridad, podría -algo que no es fácil- hacerse posible si Merkel acepta morigerar las exigencias de ajustes fiscales mayores, renunciar a las privatizaciones exigidas y ampliar la ayuda a Grecia.
En la medida en que el problema de Grecia es el problema de Europa, pues nadie cree que la quiebra y salida del euro de ese país deje indemne a la Eurozona y a la UE, se explica la enorme presión internacional a la que está siendo sometida Merkel.
El premier británico, David Cameron, quien lanzó esta semana una dramática advertencia en este sentido, está tan interesado como Japón, Estados Unidos y China, además de España e Italia, en evitar un colapso que hundiría la economía mundial en una depresión inédita en la historia.
De lo que decida este fin de semana el G-8 dependerá el futuro de Grecia, Europa y de la economía internacional en su conjunto. Lo que ocurra el lunes próximo en las Bolsas, en caída libre desde hace más de una semana, y en los mercados de divisas, será un barómetro del tiempo económico que vendrá.
Ayer, a última hora de la tarde europea, Merkel pidió a los griegos que convoquen a un referéndum sobre el euro junto con las elecciones generales que celebrarán el próximo 17 de junio, retomando así lo que fuera propuesto en su día por el ex premier heleno, Giorgios Papandreu.
Se trata de un giro de 180 grados, ya que la oposición cerrada de Alemania a este planteamiento fue lo que llevó a la caída de Papandreu y a la formación de un gobierno técnico y de los dos grandes partidos, conservador y socialista, el cual colapsó tras las últimas elecciones.
Los dramáticos acontecimientos de las últimas dos semanas, tanto en el plano económico como político, han colocado al gobierno de Alemania ante la disyuntiva de optar rápidamente por abrir un nuevo curso de negociación en la Unión Europea (UE) o precipitar a ésta y al euro por la pendiente de una rápida desintegración.
Así parece comenzar a entenderlo Merkel, quien tras su derrota sin atenuantes en las elecciones regionales del Estado del Norte del Rhin-Westfalia, ha visto fortalecerse a la oposición socialdemócrata alemana que critica su política europea con virulencia.
El resultado electoral adverso en la región más industrializada, populosa y endeudada de Alemania, ha seguido a la derrota de su aliado incondicional, el ex presidente francés Nicolas Sarkozy, y a su reemplazo por el socialista François Hollande.
Desde el punto de vista económico y financiero, la semana que acaba de concluir ha terminado por colocar a Merkel en una situación insostenible.
En medio de una corrida bancaria creciente, Grecia celebrará las elecciones del 17 de junio, con la perspectiva segura de un triunfo de la izquierda radical que se niega a respetar el memorándum firmado por el gobierno de coalición conservador-socialista con la Europa, aunque no a salir del euro.
En España, la nacionalización del cuarto banco del país, Bankia, no ha servido más que para desatar una masiva retirada de depósitos del mismo por parte de sus clientes, al tiempo que el derrumbe del valor de sus acciones en un 70%.
A diferencia de lo ocurrido en 2008 cuando Gran Bretaña frenó la corrida de los depositantes contra el Northern Rock Bank a través de su estatización, en España esta medida ha generado una enorme desconfianza, lo cual habla de una fase más avanzada de la crisis financiera en España y Europa.
Con un proyecto de intervención de las comunidades autónomas, quebradas financieramente, España se aboca no sólo a un ajuste que acerca al país a un cuadro similar al de Grecia, sino que puede generar enfrentamientos políticos internos de gran calado.
Aunque no se reveló el contenido de la reunión sostenida el martes pasado entre Merkel y Hollande, apenas después de asumir éste la presidencia francesa, es evidente que tras el encuentro se produjo una modificación de la posición alemana.
Al día siguiente, Angela Merkel dijo tenía "la voluntad, la determinación de mantener a Grecia en la Eurozona", una afirmación que el jueves fue seguida por una idéntica formulada por el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi.
El caos griego, la amenaza española, la presión de Hollande por reformular el pacto fiscal de austeridad extrema impuesto por Alemania a la UE y, no de menor importancia, la inminencia de la reunión del G-8 en Camp David ayer, parecen haber influido decisivamente sobre Merkel.
Ayer, el presidente de Estados Unidos, Barak Obama, se pronunció en el mismo sentido que Hollande, Draghi y los socialdemócratas alemanes, instando a dar un "impulso al crecimiento económico en Europa" ya que esa zona "es todavía débil y está creando incertidumbre en nuestra industria".
Todo indica que el llamado de Merkel a un referéndum tiene a buscar un puente con el casi seguro ganador de los futuros comicios griegos, el líder de la coalición radical izquierdista griega Syriza, Alexis Tsipras, quien se niega a aceptar el memorándum acordado con la "troika" (UE, FMI y BCE) y plantea seguir en el euro.
Esta posición, hasta ahora considerada como la cuadratura del círculo, ya que la permanencia en el euro es visa como posible sólo aplicando planes de austeridad, podría -algo que no es fácil- hacerse posible si Merkel acepta morigerar las exigencias de ajustes fiscales mayores, renunciar a las privatizaciones exigidas y ampliar la ayuda a Grecia.
En la medida en que el problema de Grecia es el problema de Europa, pues nadie cree que la quiebra y salida del euro de ese país deje indemne a la Eurozona y a la UE, se explica la enorme presión internacional a la que está siendo sometida Merkel.
El premier británico, David Cameron, quien lanzó esta semana una dramática advertencia en este sentido, está tan interesado como Japón, Estados Unidos y China, además de España e Italia, en evitar un colapso que hundiría la economía mundial en una depresión inédita en la historia.
De lo que decida este fin de semana el G-8 dependerá el futuro de Grecia, Europa y de la economía internacional en su conjunto. Lo que ocurra el lunes próximo en las Bolsas, en caída libre desde hace más de una semana, y en los mercados de divisas, será un barómetro del tiempo económico que vendrá.
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