sábado, 9 de marzo de 2013

Guillermo Moreno
El pulso económico

Moreno debería ir a estudiar a la heladería

Por Jorge Oviedo | LA NACION
Mail: joviedo@lanacion.com.ar    |   Ver perfil
 
Si un congelamiento de precios va a producir problemas en el abastecimiento o no es una pregunta ociosa. Por supuesto que sí lo hará. Si los precios son artificialmente bajos, crecerá mucho la demanda y se reducirá el incentivo a producir. Y si fueran artificialmente altos, los consumidores tendrán problemas para abastecerse porque no les alcanzará el dinero. El caso de un congelamiento que se produzca justo en el punto de equilibrio entre la oferta y la demanda sería un milagro, que duraría lo que un suspiro en la Argentina inflacionaria, donde funcionarios y propagandistas a sueldo se atropellan para repetir la mentira de que sólo aquí se cree que emitir a raudales en las actuales condiciones es inflacionario.
Para entender lo que pasa cuando se fijan precios de manera más o menos arbitraria basta con ir a la heladería. El precio del producto se fija según la cantidad que se lleve, sin importar el sabor. Pero no todos los sabores tienen la misma demanda. ¿Le pasó pagar y cuando pide no hay lo que quiere? Pasa. Es más común que si pide en un vasito de un cuarto un sabor muy demandado y otro que no lo es tanto, el heladero no le pondrá mitad y mitad, sino casi todo del menos demandado. Y apenas una brizna del más requerido.
 
¿Ya le pasó ver que en alguna góndola donde habían tantas filas de paquetes hacia el fondo que no alcanzaba la última ahora hay una sola, la de adelante? Es la lógica del heladero, que trata de no quedarse sin menta granizada y la mezquina. Es lo mismo que hace el que vende al público cuando pone el cartelito de "sólo un paquete por familia".
Podrá decirse que los heladeros tienen precios fijados sin importar la demanda y que a ellos mal no les va. Pero no es exactamente así. Hay oferta si se lleva un solo sabor, por ejemplo. Incluso en las cadenas más caras. O si se lleva una determinada combinación que ya está preparada y facilita tanto la producción como la comercialización.
Juan Carlos de Pablo cita las controversias montadas hace años acerca de los "sobreprecios" cobrados por algunos boleteros para las mejores ubicaciones en la platea de obras teatrales exitosas. En su libro Afinemos la p untería, recuerda el argumento del fallecido director y productor Fernando Siro: él decía que era producto de que se ponía el mismo precio para toda la platea, cuando es evidente que muchos prefieren y están dispuestos a pagar más por la fila cuatro al centro.
Hoy en muchos casos hay precios diferenciales en la platea. Pero a lo que De Pablo apunta es a que se trata de un problema económico, de falta de razonabilidad económica, no de una cuestión moral. Cuando "Pimpi" Colombo dice que no hay problemas porque "están satisfechas las necesidades", ¿qué quiere decir? ¿Que quien quiere más de un kilo de azúcar o de yerba o de harina en realidad no lo necesita? ¿Qué clase de democracia es la de la Argentina que un funcionario de quinto orden decide cuáles son las necesidades de los consumidores y a qué tienen derecho aun cuando tengan el dinero para comprarlo?
Si los productores, distribuidores o vendedores tienen o no derecho a poner otros precios y si los consumidores tienen derecho o no a comprar. Como si el hecho de que a una señora de Almagro se le impida comprar más de un kilo de azúcar garantice que no pasen hambre los niños de la comunidad qom en Formosa.
Lo que queda claro es que los pesos que alguna vez fueron convertibles a dólares hoy son difíciles de convertir incluso en aceite mezcla o en galletitas de cereal. Tampoco nada se dice acerca de la moralidad de una política monetaria claramente inflacionaria que perjudica a los asalariados, jubilados y pobres.
Tal vez el congelamiento dispuesto por Guillermo Moreno, sin listas de precios y con prohibición de publicar avisos que los mencionen, no sea más que una nueva patraña. Hace pocos años anunció que había ordenado congelar todos los precios en los centros de vacaciones en el inicio de una temporada veraniega. Luego se dijo que para qué medir con el Indec lo que había sucedido, si estaba todo congelado.
Tal vez en marzo haya una cadena nacional donde Cristina anuncie "inflación cero". ¿Para qué mirar por el anteojo de Galileo si la doctrina dice que la Tierra no se mueve? No hace falta tanto para aprender, alcanza con ir a la heladería. Y recordar que para comer del cucurucho no hay que apoyarlo en la frente..

No hay comentarios:

Publicar un comentario