Discursos y transcripciones
Discurso del 
presidente del Banco Mundial Jim Yong Kim sobre la lucha contra la 
corrupción en el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales
Presidente del Banco Mundial Jim Yong Kim 
Washington, DC
Enero 30, 2013
Alocución inicial
  
 
“Medidas de lucha contra la corrupción en un medio global: Un compromiso de actuar en consecuencia”
Colegas, amigos y asociados en la tarea del desarrollo:
Es oportuno que nos reunamos hoy en el Center for Strategic and 
International Studies (CSIS), que desde 1962 se ha esforzado por 
encontrar soluciones prácticas a los problemas grandes y difíciles de 
nuestro tiempo. Entre estos problemas tal vez ninguno esté tan 
generalizado ni sea tan persistente como el de la corrupción, que está 
incluido en nuestro temario de hoy. No hace mucho en muchos círculos del
 desarrollo se aceptaba que era poco lo que se podía hacer respecto de 
este problema. En la década de 1990 dichas actitudes empezaron a cambiar
 en respuesta a muchos factores, incluidos el fin de la guerra fría, y 
el crecimiento de las organizaciones no gubernamentales (ONG) mundiales,
 como Transparency International.
Durante este período, un conjunto de pruebas cada vez mayor empezó a 
subrayar que la corrupción asesta un golpe pernicioso al desarrollo. Las
 investigaciones realizadas por el Banco y otros actores han demostrado 
que existe una relación negativa entre el crecimiento y la corrupción. 
La corrupción actúa como un impuesto regresivo, y castiga a los 
ciudadanos más pobres y a las empresas más pequeñas. Restringe el acceso
 de los ciudadanos más vulnerables a los servicios y se la vincula con 
una menor calidad de los servicios públicos. Representa un gran costo 
para las empresas. Según una estimación, anualmente se roban a los 
países en desarrollo entre US$20 000 y US$40 000 millones.
El Banco Mundial ha cumplido una función importante en la evolución 
de la agenda mundial sobre la integridad y el buen gobierno desde el 
momento del discurso de Jim Wolfensohn sobre “el cáncer de la 
corrupción” con ocasión de las reuniones anuales del Banco de 1996. En 
mi opinión, las palabras originales de Jim son tan válidas hoy como lo 
eran cuando se pronunciaron hace 16 años.
Jim expresó: “La corrupción desvía recursos de los pobres a los 
ricos, aumenta el costo de administración de las empresas, distorsiona 
el gasto público y desalienta a los inversores extranjeros…es un gran 
obstáculo al desarrollo sólido y equitativo”.
Me siento privilegiado de tener esta oportunidad para expresar mis 
ideas acerca de cómo abordará el Banco los problemas de la lucha contra 
la corrupción durante mi mandato. Empezaré con dos reservas.
La primera es que la agenda de la lucha contra la corrupción es un 
subconjunto importante de un movimiento más amplio a favor del buen 
gobierno y debe considerársela dentro de este contexto. Pocas cuestiones
 son más importantes que el buen gobierno para el desarrollo y el 
crecimiento compartido. Las instituciones públicas prestan servicios 
cruciales como los de salud y educación, de los que dependen en especial
 los pobres. La corrupción subvierte y socava todas estas funciones y 
por ello constituye un gran impedimento para el desarrollo. Es en este 
contexto que la lucha contra la corrupción ha sido y continuará siendo 
una de las prioridades máximas del Banco.
Segundo, como se señala en nuestra última actualización de la 
estrategia relativa al buen gobierno y la lucha contra la corrupción, 
gran parte de la labor del Banco respecto de esta agenda se refiere a la
 administración del riesgo, y no a evitar el riesgo. Debemos participar 
en situaciones y lugares que no ocupan un alto puesto en los índices 
mundiales de buen gobierno. Debemos luchar contra la pobreza en esferas 
en que los marcos legales para luchar contra las conductas corruptas e 
ilícitas son imperfectos y las instituciones de rendición pública de 
cuentas tal vez no funcionen bien, o ni siquiera existan. Debemos 
alentar al personal a asumir riesgos y a innovar en aras del desarrollo,
 siempre que los riesgos se analicen cuidadosamente al principio y se 
administren atentamente durante la ejecución. Nuestra reacción debe ser 
rápida y decisiva ante los problemas que inevitablemente habrán de 
surgir.
La aplicación práctica es importante. Para que tengan una idea del 
problema, la semana pasada hicimos un inventario de las investigaciones 
realizadas por el Banco Mundial sobre las conductas indebidas en sus 
proyectos. Esta actividad reveló que habíamos concluido 609 
investigaciones y dado lugar a 250 inhabilitaciones en los últimos 
cuatro años y medio. He solicitado a las pertinentes unidades del Banco 
que cribaran este conjunto de pruebas y extrajeran enseñanzas para que 
podamos modular mejor el riesgo y cerciorarnos de que esas ideas sirvan 
de orientación a las decisiones futuras sobre las actividades.
Nuestra disposición a trabajar en situaciones difíciles y a asumir 
riesgos medidos nunca debe confundirse con la disposición a tolerar la 
corrupción en los proyectos y actividades del Banco. Permítanme decir en
 voz alta y claramente que cuando se descubren actos de corrupción en 
nuestros proyectos y actividades, en el Grupo del Banco Mundial 
aplicamos la política de tolerancia cero.
En consecuencia ¿adónde nos conduce todo esto? ¿Deberíamos abstenernos 
de medidas de alto riesgo y renunciar a los beneficios posiblemente de 
gran escala para los pobres o deberíamos en cambio asumir un riesgo 
calculado, diseñar salvaguardas apropiadas y avanzar? Mi respuesta es 
que debemos asumir riesgos para producir resultados en materia de 
desarrollo, pero debemos hacerlo con los ojos abiertos y debemos tratar 
de mitigar esos riesgos en la mayor medida posible.
Sin embargo, algunas veces surgen problemas y debemos ser firmes. 
Esto es lo que sucedió en el caso del proyecto del puente del río Padma 
donde la falta de la reacción debida por parte de las autoridades ante 
las pruebas de corrupción en ese momento nos condujo a dar por terminado
 un crédito por valor de US$1200 millones en junio del año pasado.
No es mi intención adelantarme a los hechos, ya que los procesos 
jurídicos y de otra índole deben seguir su curso. No podemos contemplar 
la posibilidad de financiar el puente hasta que no se cumplan ciertas 
condiciones para incrementar la supervisión del proyecto y podamos dar 
seguridad de que se lleve a cabo una investigación penal justa y 
completa. Y digo esto consciente de la gran importancia de este puente 
para el pueblo y la economía de la región suroccidental de Bangladesh. 
Esta obra de acero reviste vital importancia por las oportunidades que 
les brinda.
No obstante, hemos continuado desarrollando actividades en 
Bangladesh. En la actualidad, nuestra cartera incluye más de 30 
proyectos, que representan compromisos por un total de aproximadamente 
US$4300 millones. Nuestra intolerancia a la corrupción no significa que 
ignoremos el panorama más amplio del desarrollo.
Toda buena institución cuenta con sistemas y mecanismos de control, y
 actúa con rigor para evitar que ocurran cosas malas. La Vicepresidencia
 de Integridad Institucional del Banco Mundial imparte capacitación 
tanto al personal como a las contrapartes de los países clientes para 
que puedan detectar las señales de alerta en las adquisiciones públicas,
 y estamos creando software que permitirá automatizar esos procesos. En 
2010, el Banco puso en marcha la Alianza Mundial de Enemigos de la 
Corrupción, con el fin de congregar a las máximas autoridades de las 
entidades nacionales de lucha contra la corrupción, fiscales y 
auditores, para que pudieran aprender unos de otros y brindarse apoyo 
moral.
En esa ocasión, el senador Leahy hizo uso de la palabra ante los 
miembros de la Alianza y señaló muy claramente las consecuencias de no 
frenar la corrupción. El senador declaró que si hacemos la vista gorda, 
en cualquier país, les fallamos a nuestros propios ciudadanos, les 
fallamos a los habitantes de los países a los que queremos ayudar, 
menoscabamos el imperio de la ley a nivel nacional e internacional, y 
perjudicamos nuestros intereses de largo plazo.
Deberíamos aprender de las medidas coercitivas y preventivas que 
aplican los Gobiernos: Brasil ha tenido algunas intervenciones radicales
 para convertir favelas infestadas de drogas en barrios más seguros; en 
Italia, las autoridades tributarias están usando un método poco 
convencional denominado “redditometro” para desenmascarar a los evasores
 de impuestos, y en India, el Gobierno está lidiando con un proyecto de 
ley contra la corrupción.
Estas iniciativas contra la corrupción, y la labor de Leonard y 
nuestra Vicepresidencia de Integridad Institucional, son un eslabón 
crítico de una cadena más larga que contribuye al buen gobierno, la 
integridad y la eficacia del desarrollo. En un plano más general, 
nuestra estrategia relativa al buen gobierno y la lucha contra la 
corrupción, que el Directorio Ejecutivo aprobó por unanimidad en marzo 
de 2012, pone de relieve seis pilares para combatir la corrupción y 
promover la causa del buen gobierno, a saber:
- Integrar más sistemáticamente las cuestiones relativas al buen gobierno en estos instrumentos.
 
- Brindar respaldo a instituciones nacionales capaces y transparentes.
 
- Centrar más intensamente la atención en los resultados.
 
- Procurar una gestión más eficaz del riesgo.
 
- Mejorar el buen gobierno a nivel internacional, incluido el apoyo 
continuado a las importantes deliberaciones del G-8 y el G-20, y a 
emprendimientos tales como la Iniciativa para la Recuperación de Activos
 Robados y la Iniciativa para la Transparencia de las Industrias 
Extractivas.
 
- Facilitar la aplicación de la agenda de buen gobierno en todas las operaciones del Banco.
 
Nuestras prácticas sobre buen gobierno y lucha contra la corrupción 
deben fundarse cuidadosamente en datos y análisis sólidos, que recaben 
más de esa “ciencia de la entrega” de la que he hablado en muchas 
ocasiones. Nuestro equipo debe recabar mejor los conocimientos tácitos e
 implícitos acerca de cómo llevar a cabo reformas en materia de buen 
gobierno y del sector público, particularmente en situaciones difíciles 
como las que atraviesan los Estados frágiles y afectados por conflictos 
y, al mismo tiempo, difundir tales conocimientos de una manera más 
eficaz al personal y a los asociados en el desarrollo. Debemos 
centrarnos más en la solución de los problemas del mundo real que en el 
modelo tradicional de “mejores prácticas” de desarrollo institucional.
Permítanme contarles una anécdota. El año pasado me encontraba en 
Haití y una de las reuniones que mantuve fue con un grupo de dirigentes 
del sector privado. Conozco bien el caso de Haití, pues trabajé durante 
muchos años en ese país a través de Partners in Health, una ONG de la 
que fui cofundador. Haití tiene una larga historia de capitalismo 
amiguista, en que solo unas pocas personas más cercanas a quienes 
ejercen el poder obtienen casi todos los beneficios del comercio y los 
negocios. Esta es una forma de corrupción común e insidiosa, y no se 
puede permitir que continúe. Eso fue lo que le manifesté al grupo de 
dirigentes del sector privado esa mañana: que el sistema económico de 
capitalismo amiguista debía abrirse, ser más inclusivo y permitir la 
participación de las mujeres, los jóvenes y los empresarios. Eso es lo 
que tiene que ocurrir en Haití para que el país pueda tener 
posibilidades de prosperar.
No hace mucho, Bono vino a hablar al Banco Mundial, y definió la 
corrupción como “el flagelo más mortífero de todos”. Esta afirmación 
pareció sorprender a muchos, pero con frecuencia la corrupción 
efectivamente destruye lenta y silenciosamente un desarrollo eficaz.
Cuando la corrupción penetra en los sectores sociales, significa que 
los hospitales se edifican sin equipos que permitan salvar vidas, o que 
las escuelas se construyen sin que ofrezcan un sueldo adecuado a los 
maestros. Significa que los caminos se construyen sin barreras de 
protección, o que en algunos casos ni siquiera lleguen a construirse. ¿Y
 quiénes pagan las consecuencias? Los pobres, y a veces lo hacen con su 
vida. La corrupción les roba a los pobres. Les roba la promesa de un 
futuro mejor.
Constantemente incito al personal del Banco a pensar en “inclinar el 
arco” de la historia. Como todos sabemos, la historia de la corrupción 
es de larga data y este arco no será fácil de inclinar. Pero quiero que 
sepan que una prioridad fundamental de mi mandato en el Grupo del Banco 
Mundial será llevar adelante la agenda de lucha contra la corrupción que
 Jim Wolfensohn articuló tan hábilmente durante su presidencia, y 
adaptarla a los desafíos actuales de la prosperidad compartida y la 
erradicación de la pobreza.
Muchas gracias.
FUENTE: Banco Mundial .-